Kristin, la niña con muchos pasatiempos: ¡Una aventura sin límites!

Tercera ley de Newton “para cada acción hay una reacción igual y en el sentido opuesto”.



Kristin es una niña con mucha imaginación a la que le gusta estar activa y divertirse, lo que la lleva a hacer de todo tipo de actividades, a diferencia de Andrew el cual su pasión por los videojuegos es marcada, lo que lo lleva a querer que todo en su vida tenga que ver con el videojuego en el que esté interesado en ese momento, y aunque es activo y tiene mucha imaginación sus actividades tienen que ver con los juegos.


En Kristin podemos observar lo que actualmente se llama el efecto hada artesana, muy usual en las personas con TDAH nombrado así por la famosa hada del cine que puede hacer de todo.


Esto surge porque las personas con este trastorno necesitan estimulación para trabajar en cualquier actividad, la que tienden a perder de forma rápida, o si algo los desmotiva, también llegan a aburrirse luego de hacerlo por un tiempo prolongado. Esto hace que cuando adquieren un nuevo interés, mientras están motivados quieran ser expertos y los mejores en eso, a veces dedicando toda su energía a esta nueva actividad. No obstante, cuando pasa la novedad y se acostumbran esa actividad pierde la novedad provocando que dejen todo en un lugar apartado de la casa y lo olvidan por completo. 


Kristin es una niña con muchas habilidades lo que la ha hecho querer ser experta y hasta dedicarse profesionalmente a algunos de sus pasatiempos. Pero hubo una época en que ella cambió tanto de pasatiempos que en una esquina de su cuarto se acumularon muchas cosas. Tanto así que su mamá la llamó la esquina de la torre de la basura, la que en cualquier momento se iba a desmoronar.


La llegada de las vacaciones para Kristin se traducía en mucho tiempo libre lo que le permitía a su imaginación volar en los muchos pasatiempos a los que se puede dedicar. La historia de la torre comienza aquí. Al inicio de ese verano Kristin estaba viendo un programa de televisión en el que enseñaron lo fácil que era hacer pulseras con un hilo elástico y abalorios. Lo que le llamó la atención por ser uno de sus accesorios favoritos. Entonces se le ocurrió la genial idea de hacer pulseras para ella y regalarle a sus compañeras a la entrada de clases. 


—Mamá ¿dónde está? 

—Aquí en la cocina, ¿qué quiere?

Kristin corrió hacia la cocina para hablar con su mamá. 

—Mamá, mamá, me puedes llevar a una tienda en la que venden hilo elástico y abalorios. 

Ella confundida le pregunta —¿Para qué quiere usted eso?

—Es que vi en la televisión que es fácil hacer pulseras con esos materiales y como me gustan mucho, quiero hacerme unas y otras para mis compañeras de la escuela.

—¿Y de cuando acá le gustan a usted las manualidades? —le pregunto ella un poco extrañada.

—¡Sí! —respondió ella— en el kinder siempre hacíamos ¿No recuerda?

—Mmm, sí lo recuerdo. Pero siempre pensé que no era algo que le agradara hacer, aunque era buena haciéndolas, se quejaba porque tardaba mucho tiempo haciéndolas.

—Sí mamá, pero era más pequeña, ahora que estoy grande, puedo hacerlas más rápido.

—Bueno, creo que sería lindo que al entrar a clases les lleve una pulsera de regalo a sus compañeras. —Luego añadió— ¿Y sabe que tipo de abalorios tiene que comprar?

—Mmm, no, voy a buscar en internet algunos modelos para saber que tipo comprar. —Respondió ella. 


Ese día Kristin se emocionó mucho y buscó en internet muchos modelos de pulseras y  anotó cuales abalorios podría necesitar. 



Al día siguiente Kristin se levantó más emocionada aún, por fin iba a comprar lo que necesitaba para hacer las pulseras. Ella, Andrew y su mamá fueron a comprar todo lo necesario, hilo elástico y todos los abalorios que se parecían a los que ella necesitaba para así hacer muchas pulseras.

Kristin se imaginaba todas las pulseras que iba a hacer este verano, «una rosada para mí con mi nombre, para mis amigas de sus colores favoritos y con la inicial de sus nombres» y no paraba de imaginar lo hermosas que iban a quedar.


Al llegar a casa lo primero que hizo fue poner todos los abalorios en una taza, medir su mano con un trozo de hilo elástico, lo cortó e hizo un nudo como lo hacían en el programa que había visto, buscó una foto del modelo de pulsera para ella y seleccionó los abalorios que iba a necesitar y muy emocionada empezó a hacerla.


Aunque era más rápida que cuando estaba en el kinder, no dejaba de ser una tarea lenta, ya que debía agarrar los abalorios y colocarlos en la punta de la cuerda con mucho cuidado para que no se le cayeran, a la vez que comparaba con la foto para no equivocarse. Algo que hacía bien, pero despacio, ella había olvidado que era bastante meticulosa al hacer manualidades, razón por la que los hacía bien. Sin embargo, eso la hacía trabajar despacio, en esos momentos recordó el porqué era la más lenta del grupo cuando hacía pulseras en el kinder. Lo que no le molestaba ahora, ya que estaba muy concentrada y emocionada.



Hora y media después ya había terminado su pulsera, y había hecho dos más para sus mejores amigas, pero, se sentía mentalmente cansada ya que no estaba acostumbrada a dedicar tanto tiempo a una actividad.


Fue corriendo a enseñarselas a su mamá —mamá, mamá, vea que lindas me quedaron. —Ella las observó y se quedó admirada, luego le dijo—estas pulseras están preciosas, le quedaron muy bien. 


—Sííí, —expresó Kristin emocionada. Luego dijo —mañana voy a dedicar toda la mañana a hacer más.



      Al siguiente día, Kristin se levanto muy temprano, demasiado para ser vacaciones y luego de tomar un baño, desayunar empezó a hacer más pulseras, esta vez pensado en cada una de sus compañeras. Primero, buscó las fotos de los modelos que quería hacerles, cortó los trozos de hilo, seleccionó los abalorios y luego comenzó. Al terminar la primera se sintió muy feliz, ella consideró que le quedó hermosa.


Al iniciar la segunda pensó «ya hice la primera viendo la foto, creo que ya no necesito guiarme, ya sé como hacerla». Tomó el hilo, le hizo un nudito y empezó a colocar los abalorios uno por uno con cuidado, ya cuando casi terminaba de reojo vio la primera pulsera y observó algo diferente en la que estaba haciendo por lo que agarró las dos y las comparó. —NOOO, me equivoqué, —dijo con ganas de llorar— ya que al ser tan meticulosa no soportaba dejarla de esa manera, por eso iba a tener que desarmarla y volver a hacerla, lo que le iba a llevar más tiempo para terminarla.


Lo que sucedido la desmotivó, ya que había dedicado bastantes minutos para tener que volver a hacerla. No obstante, lo hizo, pero no hizo más pulseras, se sentía cansada y decepcionada.


Al terminar se fue a la sala y le dijo a su mamá —voy a ver televisión.

—¿No era que usted iba a hacer pulseras toda la mañana?

—Sí, pero estoy un poco cansada, ahora más tarde continuo... quiero ver televisión. 

—Ok, si quiere vemos una película los tres. Usted la escoge, pero que le guste a Andrew y a usted.

—Está bien, voy a preguntarle a Andrew cúal podemos ver.


Los tres se sentaron a ver la película, luego comieron el almuerzo y en la tarde Kristin y Andrew jugaron un juego de cartas. Kristin y su mamá olvidaron por completo que ella planeaba hacer pulseras en la tarde. 


La siguiente mañana Kristin no sentía ganas de hacer pulseras, sin embargo se sentó un rato e hizo otra más. Luego de terminarla, puso el hilo, los abalorios y las pulseras que había hecho en una esquina de su cuarto. Pasaron unos días y Kristin no hizo más pulseras, de hecho ya se le había olvidado que tenía los materiales para hacerlas en la esquina de su cuarto.  




Una semana después ella y su padre se encontraban en el supermercado, pasaron por el área de artículos escolares, el papá quería ver los precios y así saber cuánto dinero necesitaría para la entrada de clases. Mientras él observaba los precios Kristin revolcaba una caja donde habían promociones, de pronto se encontró con un hermoso estuche que traía un libro con dibujos de mandalas y un estuche de marcadores de colores. Lo agarró y corrió donde su papá —papá, papá, comprame esto, está en promoción.


—¿Y para qué lo quiere?, ¿a usted le gusta pintar mandalas?

—Mandalas nunca he pintado, pero, me encanta pintar.

—Déjeme ver qué trae —Tomó el estuche, lo revisó, vio el precio y le dijo a Kristin— Está bien, llévelo.

Ella lo agarró toda emocionada y se imaginó las horas que dedicaría a pintar mandalas.

 Al llegar a la casa corrió a su cuarto emocionada para abrir el estuche. —¿Qué le pasa a Kristin? ¿por qué se va para su cuarto?  —le preguntó la mamá al papá. 

—Diay, le compré un estuche para colorear mandalas. —Respondió él.

—Vamos a ver cuánto le dura la emoción… —dijo ella al suspirar— las pulseras las dejó de hacer a los tres días.


Ⅵ 


Mientras tanto Kristin abría el estuche en su cuarto y examinaba con lupa todo lo que traía, cada marcador y pasaba toda emocionada las páginas observando cada mandala. No pudo resistirse y empezó a colorear el primero siguiendo el patrón de manera cuidadosa para no equivocarse. 


Colorear el dibujo le llevó todo el resto del día, solo se detuvo para comer y porque su mamá la llamaba. En esos momentos de concentración extrema ella no sentía el tiempo pasar, tampoco se daba cuenta lo que sucedía a su alrededor, algo extraño en Kristin, ya que   percibía hasta las moscas que volaban a su alrededor, siempre veía todo y escuchaba todo.   


Luego de varias horas terminó de colorear el mandala, por supuesto le había quedado hermoso, igualito al del patrón que siguió. Y aunque le dolía la mano estaba muy feliz. Estaba tan eufórica que corrió a enseñarlo a sus padres que veían una película en la sala de televisión.


—¡Papá, mamá!, vean, terminé de colorear el primero ¡Vean que lindo me quedó!

—Wuao, tenemos una artista en la familia, —le dijo el papá mientras le acariciaba la cabeza.

—¡Mireee!, mi hija tiene dotes de artista, no como yo, que a veces lo hago fuera de las líneas y después de un rato de colorear me duele la mano. —recordó la mamá en ese momento.

—A mí me duele un poco la mano. Pero, creo que fue porque coloreé por muchas horas.  

—Vea la película con nosotros mientras se le pasa el dolor, —le dijo el papá mientras se movía y le hacía un espacio en el sillón donde estaban sentados.  


Ese día Kristin no coloreo más, al otro día luego de desayunar se sentó toda la mañana a rellenar con los marcadores otro mandala. Luego de unos minutos ella estaba tan inmersa que no escuchaba nada de lo que sucedía a su alrededor. Por ejemplo, no escuchó a Andrew llorar cuando su juguete favorito se rompió o a los perros ladrar por el perro que pasó frente a la casa.  Tampoco se daba cuenta de las sensaciones de su cuerpo como la sequedad de la boca, el ardor en su estómago por falta de comida, su vejiga a punto de estallar porque ignoraba sus ganas de ir al baño y el dolor de la mano de tanto colorear.


Luego de terminar, lo primero que hizo fue correr al baño mientras pensaba tengo que orinar, me estoy orinando.

—No corra, se puede caer, —le dijo su mamá al verla.

—Sí, yo sé. Pero tengo muchas ganas de orinar, me voy a orinar, me voy a orinar si no voy al baño —repitió ella desesperada.


Al salir del baño se bebió un vaso entero con agua glu glu y comió algo, luego se sentó a ver televisión. Los días posteriores fueron pasando y Kristin pintaba un mandala por día, para su mamá ella nunca iba dejar de colorear mandalas ya estaba pensando en comprarle otro libro para cuando terminara ese. Sin embargo, ella fue perdiendo el interés, porque al iniciar no sentía pasar el tiempo y no se detenía ni a descansar la mano, ir al baño, beber agua o comer algo.

 

Siempre que concluía de colorear uno tenía muchas ganas de ir al baño, tomar agua y comer sumándole que cada día que pasaba le dolía un poco más la mano. Esto porque los mandalas cada vez eran más grandes, tanto así que el último no lo pudo terminar y eso le decepcionó. 


Al día siguiente no sentía ganas de continuar de solo pensar en el dolor de mano que le producía. Unos días después colocó el estuche donde había puesto los materiales de las pulseras que no nunca terminó.



Otro día su papá llevó a la casa un cuaderno de dibujo junto con varios lápices que le habían regalado en el trabajo. Al ver lo que su papá había traído  Kristin se emocionó:


¡Qué lindo! ¿Dónde lo consiguió?

—Estos artículos de dibujo,  me los regalaron unos clientes.

—¿Los puedo usar?

—¿Usted sabe dibujar? Yo sé que colorea muy bonito, pero no sabía que le gustaba dibujar.

—Sí, de casualidad hoy en youtube vi un video sobre un curso gratuito de dibujo.

—Mmm, sería interesante que lo hiciera, así después se hace una famosa artista y vende sus dibujos en todo el mundo y nos lleva a pasear a donde los expone.   

—Sííí, gracias papá. —dijo ella, mientras caminaba hacia el cuarto para buscar los videos.

—¿Usted cree qué Kristin empiece y termine un curso gratuito en youtube? —preguntó la mamá al papá.

—No sé, pero se veía emocionada, —respondió él.


Los días siguientes Kristin estuvo siguiendo los tutoriales que iniciaron con dibujos básicos. Los que lograba hacer muy bien, casi iguales a los del tutorial, lo que le encantaba por lo perfeccionista que puede llegar a ser. Sin embargo, mientras aumentaba la complejidad de los dibujos, se le hacía más difícil que le quedaran como a ella le gustaban, además mientras dibujaba las hojas se le llenaban de borrones debido a que al intentar hacer dibujos perfectos tenía que borrar muchas veces. Aunado a esto la mano le dolía por más que intentara hacer los trazos de manera suave. 

Ya un día no le interesó ver videos ni dibujar, por lo que el cuaderno de dibujo y los lápices fueron a parar en la torre de actividades sin concluir.



Otro día una de sus tías le trajo una pequeña máquina de costura vieja que ella ya no utilizaba, para que Kristin aprendiera a hacer ropa para muñecas. La tía pensó que ya que la iba reglar decidido dársela a la sobrina que cada vez que iba a su casa se sentaba a verla coser con mucho interés.


 Kristin se emocionó bastante ya que era una actividad nueva que llamaba su atención. Los siguientes días la tía le enseñó con patrones básicos de vestidos de muñecas y retazos de tela viejos como coser de manera simple. Kristin como siempre se tomó varios días para aprender y en realidad los vestidos que hacía le salían muy bien.


Tanto así que su tía le decía a su mamá que “parecía que Kristin tenía  una habilidad nata para la costura” cuando conversaban.

    

Todo iba muy bien en esta faceta de la costura, hasta que un día a Kristin se le hizo un nudo enorme en la máquina de coser, anteriormente se le habían hecho pero los lograba soltar y seguir cociendo. Sin embargo, este nudo no pudo soltarlo por lo que tuvo que llamar a su tía por teléfono para que viniera a la casa, desarmara la máquina y soltara el nudo.


Rin, rin rin —¡Hola Kristin! ¿cómo está? —la saludó su tía al contestar el teléfono. 

—Tía, tía ¡Hola! bien ¿Usted puede venir más tarde?

—¿Qué pasó? —le preguntó ella— ¿Para qué me ocupa?

—Tía, se me hizo un enorme nudo en la máquina y no lo pude soltar —le respondió ella, casi llorando— no sé qué hacer tía. 

—Ah, está bien mi amor, ahora por la tarde voy y le ayudo.

—Bueno, adiós.

—Adiós, mi amor.

Esa tarde su tía fue y le ayudó a soltarlo, y a la vez le enseñó a desarmar la máquina por si le volvía a suceder. Sin embargo, eso fue desmotivante para Kristin, la que estuvo cociendo unos días más, pero por miedo a que se le hiciera un nudo igual de grande que no pudiera soltar dejo de hacerlo, y así la máquina de coser, los patrones y las telas fueron a parar a la esquina de la torre de las actividades sin terminar.



Así fueron pasando los días del verano y Kristin inició más actividades, estuvo bordando en punto de cruz, luego de unos días lo dejó en la esquina ya que se le hacían enredos con los hilos y a veces le costaba seguir el patrón al contar los huecos que debía bordar. 


Después estuvo siguiendo unos tutoriales para pintar uñas que también dejó a un lado cuando aumentó la dificultad de los dibujos que tenía que hacer en las muy pequeñas uñas de su mamá, entre otros pasatiempos más.


Ya casi a punto de empezar el nuevo curso lectivo su mamá le estaba ayudando a arreglar el cuarto para que pudiera estudiar más tranquila. Al observar la esquina de las actividades sin terminar la que llamó la esquina de la torre de la basura, que aunque eran cosas buenas Kristin no las usaba y las tenía empolvadas y olvidadas.


—Kristin, pero ¿por qué usted tiene este desorden aquí?

—¿Qué desorden? Mamá.

—¿No ve esta gran torre de cosas?  en cualquier momento se caen. —le dijo mientras empezaba a mover una a una con cuidado para que no se fuera a desmoronar la gran torre de basura— ¿por qué las conserva? si no hizo esto ahora en vacaciones menos las va continuar cuando inicien las clases. 

—¿Por qué no?

—Le repito, si con el tiempo libre de las vacaciones no terminó ninguno, no lo va a hacer cuando tenga tareas y exámenes.


Kristin reflexionó un momento en cada una de las palabras de la explicación que le dio su mamá  —creo que tiene razón, mamá.


Luego las dos tuvieron una conversación sobre la importancia de no dejar las actividades a medio hacer por falta de motivación o porque son más difíciles de lo que ella piensa, al final la práctica continua es la que permite que aprenda a hacer algo nuevo.

 

Al terminar, le pidió que pensara cuál actividad le interesaba seguir como pasatiempo y cuál no, para después regalar lo que no iba a necesitar.


Aunque para Kristin esto eran pasatiempos, muchas personas adultas con TDAH tienden a cambiar su trabajo constantemente o  iniciar proyectos que dejan abandonados por diferentes motivos. El desarrollo inadecuado de la funciones ejecutivas es una de las razones por la que puede darse, esto porque el trabajo de planificación, organización, manejo de tiempo es más difícil para ellos lo que les genera más estrés pudiendo ser este un factor que desmotiva y consecuentemente causa la pérdida del inertes por seguir. Esto lo que los lleva a abandonar y cambiar por otro proyecto, empezando el ciclo de nuevo.

Es claro, que esto no le sucede a todas las personas con TDAH algunas solo presentan otras características. No obstante son muchos los que dicen que han practicado muchos deportes o han practicado diferentes pasatiempos o también han tenido diversos intereses de trabajo. O al contrario hay unos que tienen una afición o trabajo que no cambian por nada, como siempre digo “no hay una regla”. Recordemos que muchos no han recibido un diagnóstico y solo saben que es difícil para ellos permanecer motivados o no abandonar por estrés. 


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