Para Kristin y Andrew, los dos hermanos de 10 y 8 años que viven felices con sus padres en una pequeña ciudad de Costa Rica, la vida puede llegar a ser agitada y confusa. Si ustedes han leído algunas de las anécdotas de estos dos niños recordarán que ambos presentan TDAH y Andrew también se encuentra dentro del espectro autista, estas condiciones hacen que sus cerebros procesen la información de manera diferente, por lo que a veces la reacción de ellos a situaciones cotidianas pueden ser un poco peculiares.
Aunque sus padres han investigado y entienden ambas condiciones, también existen muchas características que aún desconocen. Por ejemplo, que ante nuevas actividades, retos o dificultades en sus cerebros pueden surgir todo tipo de pensamientos que anticipan escenarios que muestran amenazas o caos, los que les pueden generar ansiedad antes de que suceda algo malo. Los expertos llaman a esto pensamientos intrusivos catastróficos y aunque sean poco conocidos son más comunes de lo habitual. Sin embargo, las personas no tienen mucho conocimiento sobre este tipo de pensamientos o los han normalizado hasta el punto de creer que a todo mundo le sucede lo mismo. Es normal preocuparse ante nuevas situaciones, pero el cerebro las personas con TDAH y dentro del espectro autista son atacados por muchos, los que tienden repetir una y otra, y otra y otra vez lo que les puede producir sobrecarga de pensamientos que detonan ansiedad que se refleja en sudoración en diferentes partes del cuerpo, opresión en el pecho, mareos, entre otros síntomas. Por lo que, si bien la sorpresa que les dieron sus padres un martes en la tarde los emocionó, también les produjo todo tipo de pensamientos extraños y hasta pesadillas.
—¡Andrew!, ¡Kristin! ¡vengan para contarles algo! —gritó su madre desde la sala de la casa.
—Apuren…estoy muy emocionado…, no puedo esperar para contarles… —, agregó su papá.
—¿Qué pasa? preguntó Kristin mientras caminaba por el pasillo de la casa.
—Sííí… ¿Qué pasa? —repitió Andrew al alcanzar a Kristin en el pasillo.
—Les tenemos una sorpresa a los dos —expresó el papá mostrando una gran sonrisa en su rostro.
—¡Dígales, dígales, yaaa! ¡aaah! Estoy muy emocionada, no aguanto más —insistió la mamá.
Aunque los dos niños no sabían qué les iban a decir sus padres, sus caras reflejaban como un espejo la enorme sonrisa de felicidad que mostraban ambos. —¡Bueno! ¡díganos!, ¿qué es? no puedo esperar —les decía Kristin con cara de curiosidad, mientras que Andrew repetía casi las mismas palabras junto a ella.
—¡Sííí!, ¡díganos, díganos ya!, ¿qué es?, ¿qué es? no puedo esperar, —repetía el niño invadido por la emoción de sus padres.
—Bueno ¿ustedes recuerdan que fuimos a la Embajada de los Estados Unidos a solicitar la visa? —les preguntó el papá con expresión seria pero con una ligera sonrisa en su boca.
—¡Sííí! ¡sí! ¡Sííí! ¡sí! —respondieron los dos niños al mismo tiempo.
—Bueno, como nos la dieron…ahora, vamos a ir a los Estados Unidos y adivinen a dónde vamos a ir —les dijo el papá dejando a un lado la cara seria y sonriendo más que antes, tanto así que de sus ojos parecía brotar felicidad.
—No sé ¿qué hay en Estados Unidos papá? —preguntó Kristin sin tener idea de dónde podía ser.
—¡YO SÉ! ¡YO SÉ, Kristin! recuerde, recuerde, lo hemos visto en videos —, gritó Andrew con euforia— ahí está Disney World donde vive Mickey Mouse.
—¡Es Disney World, papá, …es Disney World,... donde vive Mickey Mou…! —gritó Kristin sin poder terminar la frase por falta de aire, ya que estaba igual de eufórica que Andrew.
—¡SÍÍÍ!...¡Aaah! —gritó la mamá—, ¡es Disney World!
—Ya compramos los boletos del avión, vamos a ir el próximo mes —les dijo el papá.
—¿En avión, papá?, ¿A Estados Unidos no podemos ir en carro? —preguntó Andrew mostrando su típica cara de duda en la que levantaba las cejas mientras mantenía el resto del rostro serio.
—¡Uuuy, no! Andrew, Estados Unidos queda allá en Norteamérica, eso lo vi en Geografía y nosotros estamos en América Central —le respondió Kristin antes que el papá pudiera decir algo—. No se puede ir en carro, queda muy lejos.
—Yo no he estudiado eso en Geografía —expresó Andrew molesto mientras cruzaba los brazos y mostraba cara de molestia.
—Kristin no le tenía que hablar así a su hermano —le dijo la mamá— también, él le preguntó a su papá, no a usted, responder fue una falta de respeto.
—Perdón, Andrew…por hablarle así…y papá por no dejarlo hablar —susurró la niña reflejando su arrepentimiento.
—Bueno, eso era lo que les queríamos decir ¿Qué piensan? ¿Están felices? —les preguntó el papá.
—¡Sííí! ¡sí! ¡sííí! ¡sí!... —respondieron ambos.
Luego de esa conversación cenaron y se fueron a dormir, sin embargo, sin que los padres de Andrew y Kristin se dieran cuenta detonaron un montón de pensamientos y preocupaciones en el cerebro de los niños. Los que surgieron cuando los dos estaban intentando dormir en el silencio de sus cuartos.
Andrew recostado en su cama sin poder dormir con los ojos totalmente abiertos mirando las estrellas fluorescentes pegadas en su techo se hacía mil preguntas ¿cómo se siente viajar en avión? no le pregunté a papá si nos vamos a sentar juntos en el avión…he visto en películas donde la familia no se sienta junta. Preguntas que se repitió tantas veces que al quedarse dormido tuvo un extraño sueño. Ya era el día del viaje y él se veía sentado junto a Kristin en el avión, pero no lograba ver a sus padres y cuando iba a preguntarle ¿dónde estaban ellos? Ella no podía escucharlo por los enormes audífonos que llevaba puestos, y al intentar tocarla para que lo volviera a ver, el asiento de Kristin se alejaba de él tan lejos que apenas podía verla y por más señas que él le hacía ella no lo volvía a ver. Se asustó tanto que se despertó de golpe, sudando frío y a punto de llorar, ya iba a empezar a gritar cuando se percató que todavía permanecía en su cama y que solo había sido un sueño/pesadilla.
Para Kristin la noche no fue muy diferente, aunque se acostó cansada, cuando cerró los ojos para dormir a su mente venían imágenes de la película que vio meses atrás, y a pesar de que las imágenes que había visto eran un recuerdo sin importancia para ella, ahora parecía que sí lo eran.
Lo que más le preocupaba era recordar cómo se movía fuerte el avión a causa de algo que los pilotos llamaron turbulencias, lo que hizo que muchos de los pasajeros salieran volando de sus asientos.
Ese recuerdo le generó temor a la niña, por lo que esa noche ella soñó que iba sentada sola en el avión lo que la hizo sentir miedo y cuando volvía a ver a los lados para buscar a su familia no los veía, pero lo que le causó más temor fue que a pesar de nunca haber sentido una turbulencia, en ese sueño ella sintió cómo el avión se empezaba a mover bruscamente de arriba para abajo mientras ella intentaba sujetarse fuerte de los reposabrazos para no salir volando, lo que no logró. Al despertar solo recordaba cómo ella salía disparada del asiento del avión, por lo que sentía el corazón galopando como un caballo de carreras en su interior. Esa noche ambos niños no durmieron bien. Parecía que la noticia más que darles felicidad, los llenó de temor, ya que viajar en avión era algo nuevo para ellos.
Al día siguiente, el cerebro de ambos niños no paraba de pensar y preocuparse sobre las diferentes cosas que podrían suceder al viajar en avión. Los cuales se multiplicaron cuando Kristin y Andrew les contaron a Zoe su mejor amiga y Carlos. Aunque ellos estaban felices de escuchar que sus amigos iban a ir a Disney World y a conocer al ratón más famoso del mundo, Mickey Mouse, sus miedos también salieron a la luz y sin mala intención les hablaron de ellos…
Continuara...
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