Andrew siente ansiedad por romper su rutina de regreso a casa

Tercera ley de Newton “para cada acción hay una reacción igual y en el sentido opuesto”.


Se puede decir que Andrew es un niño que cuenta con una fuente inagotable de energía, parece que en algún lugar de su cuerpo tiene una batería de iones de litio. A pesar de no parar de moverse a él rara vez se le ve cansado y recupera la poca energía que pierde con unos minutos de descanso o comiendo algo.  Por esa razón, él y su mamá regresan  caminando todos los días a la casa. Además, es una de las partes más entretenidas para ambos. Ya que siempre recorren el mismo trayecto, ven las mismas tiendas a las que algunas veces entran y disfrutan del canto de los pájaros. Los dos han creado una rutina muy tranquila que les permite desestresarse. 


Para Marie cambiar la rutina en su día a día es lo normal, hasta con los niños en la casa.  Kristin y Andrew siempre aceptan estos cambios sin ningún problema, sin embargo, algunos cambios pueden ser muy difíciles de asimilar, sobre todo para Andrew. Esto no era algo que Marie tuviera claro hasta un día en que decidió iba a hacer algo nuevo al regresar a casa. Decidir espontáneamente comprar un libro en la ciudad después de recoger a Andrew sin anticiparle, la hizo reflexionar sobre la necesidad de las rutinas en las personas dentro del espectro autista.

 

Ese día Kristin había salido temprano de la escuela y estaba haciendo una tarea en la casa de su amiga Zoe. También le había pedido permiso para jugar con ella después de terminarla. Al salir para la escuela vio que los rayos del sol calentaban la tarde y corría una brisa fresca que disminuía el bochorno del día, «Kristin está con Zoe. ¿Por qué no recojo a Andrew en el colegio y aprovecho para subir a comprar el libro que quiero? Me ahorro tiempo, y aprovecho que hoy la tarde está hermosa. También, así cambiamos un poco la rutina». En ese momento ella pensó que era una buena idea, sin embargo, para Andrew no lo fue, como veremos a continuación.


***


Al llegar a la escuela ya Andrew venía para afuera. Como de costumbre, el niño beso primero la mejilla de su mamá:


—Muuua. —Se extendió como de costumbre—. ¡Hola, mamá!


—¡Hola! ¿Cómo le fue hoy? 


—¡Bieeen!


—Vamos necesito que nos apuremos, para ir a hacer un mandado a la ciudad.


Andrew escuchó a su mamá y de inmediato pensó, «vamos a la ciudad, no vamos a la casa por el mismo camino», no había terminado de pensar esto cuando su corazón empezó a latir tan fuerte y rápido que parecía como un tambor en una comparsa. Al mismo tiempo su piel se tornaba blanca como las nubes del cielo y por su frente bajaban gotas frías de sudor. Con la respiración agitada solo alcanzó a preguntar:


—¿Quééé?  


—¿Qué, qué? No le entiendo…


—Aahhh ¿A dón -aahh- de? aahh yyy  aahh ¿Por ahh qué? —Andrew intentaba vocalizar las palabras para que su mamá lo entendiera.


—Quiero comprar un libro. ¿Por qué? —le respondió ella observando fijamente su cara pálida, rara vez lo veía así de pálido—. ¿Qué le pasa?


Él intentó controlar su respiración y alargando las dos primeras palabras le replicó:


—Peroooo, ¿pooor qué no lo puede hacer después de que llegamos a la casa?


—No, tendríamos que ir a la casa y volver... Si nos vamos de aquí llegamos más rápido a la casa.


—Pero, no vamos a ir por el mismo camino. —Gritó Andrew. En ese momento todas las personas que estaban a su alrededor volvieron a ver qué sucedía. 


Marie no notó que todas las personas los miraban, tampoco escuchó los murmullos alrededor, solo observaba a Andrew alterado y más pálido que antes: 


—Respire profundamente, —le sugirió. 


Andrew tomó aire por su nariz lo que hizo que recuperara un poco el color rosado de su cara. Ella al verlo más tranquilo  le preguntó:

—¿Por qué no podemos ir por otro camino?


Andrew volvió a tomar aire una, dos, tres, cuatro, cinco, seis y más veces casi hiperventilado. Al escuchar la pregunta de su madre sintió como entraba y salía rápidamente el aire por sus fosas nasales, mientras intentaba controlar su respiración se limpiaba las gotas de sudor que bajaban por su frente. 


Su mamá lo miraba impacientemente esperando la respuesta. 


—¿Por qué no podemos ir por otro camino?, —le preguntó de nuevo—. ¿Cuál es el problema? Respire, por favor. 


Andrew intentaba controlar la ansiedad que se desbordaba por su cuerpo. Lo que logró hacer luego de unos minutos de centrar la atención en su respiración, lo que fue muy difícil para él. Ya cuando su piel se tornó de un color más natural y le respondió:


—Pero, siempre vamos por el mismo lugar. ¿Por qué hoy no?, —expresó en un grito. Lo que llamó más la atención de las personas a su alrededor. 


—¡Shhh! La gente nos esta viendo. Baje la voz, hay más personas aquí, —lo calló de manera impulsiva antes de darle una razón—. Quiero comprar un libro … y …no es necesario ir por el mismo camino.


Andrew volvió a sentir su corazón acelerado, mientras que por su mente pasaban incontables escenarios de trágicos acontecimientos que podían suceder por no seguir la misma rutina. Ir por otro lugar lo hacía sentir inseguro, después de todo ese era su camino habitual en el que sabía lo que podía suceder. Tantos pensamientos lo impulsaron a gritar:


—Sííí, sí es necesario. —En ese preciso instante todas las personas alrededor de ellos hicieron silencio. Marie  sintió un calor recorrer su cara hasta las orejas, ella no sabía si era por frustración, rabia o vergüenza—. Yo quiero ir por el mismo, no quiero ir por otro, no es necesario cambiarlo. 


    Marie tomó aire por su nariz para no perder el control e intentó ignorar a las personas a su alrededor. Por su mente solo pasó «La mayoría sabe que Andrew está dentro del espectro autista, me da igual lo que piensen». Pensamientos que no la tranquilizaron del todo pero le ayudaron a disimular lo indisimulable (su cara tan roja como la de un tomate):


      —¿Por qué no quiere ir por otro lado? —le preguntó simulando una voz serena, porque la realidad era que ella quería gritarle la pregunta.


    Escuchar la voz tranquila de su mamá le permitió a Andrew bajar la ansiedad. Por extraño que parezca el niño hizo la siguiente acción que le permitió aclarar sus pensamientos: Inhaló aire profundamente por su nariz el que exhaló muy rápido y luego le respondió lo siguiente:


   —Puede pasar algo, me siento seguro por el camino que ya conozco. Me da miedo ir por otro lado. —Luego enumeró una a una sus preocupaciones mientras empezaba balancear lentamente su cuerpo de un lado a otro.


—¿Cómo es?... —dijo primero y prosiguió— ¿dónde se deben cruzar las calles?, ¿por qué lugares vamos a pasar?, ¿qué personas nos podemos encontrar?


«Pasa algo, ¿por qué?» se dijo a sí misma sin entender todavía ¿cuál era el problema de Andrew?:


—No entiendo ¿cuál es el problema?, —le decía ella con voz insistente—. Pero, podemos ir a la ciudad para hacer el mandado, no va a suceder nada. 


—Yo pienso que sí nos puede pasar algo, por no hacer las cosas como siempre. —Balanceando su cuerpo al hablar.


Con esta frase Marie comprendió lo qué sucedía. Las personas dentro del espectro autista no comprenden el mundo que les rodea por eso es habitual que creen rutinas estrictas para hacer algunas actividades, es difícil para ellos anticipar qué puede suceder si hay un cambio, lo que les produce ansiedad extrema. Andrew estaba sintiendo una crisis de ansiedad.


Las rutinas los hace sentirse seguros y reduce los niveles de ansiedad porque ya tienen claro lo que puede suceder. Ella sin darse cuenta al tomar todos los días el mismo camino a casa le creó una rutina segura para volver, en la que él sabía lo que sucedía a cada momento. Cambiar esa rutina de un momento a otro asustó a Andrew y le produjo estrés y  ansiedad, él ya no sabía qué podía suceder si tomaban otro camino a casa. 


Ese día la mamá de Andrew fue flexible a los sentimientos de preocupación que él expresó y regresaron por el mismo camino a casa. Así también aprovechó para explicarle que es normal sentir inseguridad cuando se cambia algo, pero que el cambio no está mal. Ese día ambos decidieron que en adelante seguirán regresando a casa por otros caminos y utilizando diferentes transportes públicos, aunque sea difícil para él.


Crear rutinas no está mal, es importante para que las personas con TEA se sientan seguras. Sin embargo, es necesario enseñarles a romperlas cuando se requiere, la rigidez de no querer cambiar algo  puede afectar las relaciones con los demás, ya que muchas personas no conocen sobre el tema y porque alguien con autismo siempre quiere hacer todo de la misma manera, le sucedió a la mamá de Andrew por no recordar que su hijo a pesar de no ser tan rígido en sus rutinas tenía una establecida que no quería cambiar, debido a que sentía inseguridad de lo que podría ocurrir.     

 

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