Jack, el Golden Retriever

Tercera ley de Newton “para cada acción hay una reacción igual y en el sentido opuesto”.


Nunca les he escrito sobre Jack, el Golden Retriever de Kristin, el perro que acompañó a la familia y que llegó a cambiar por completo el día a día del hogar. 


Cuando la familia lo adoptó pensó que él necesitaba de ellos para ser feliz, sin embargo, su amor incondicional les demostró que eran ellos los que necesitaban de él  y aunque algunas veces le decían el perro de estrés, por sus travesuras, su amor y paciencia les enseñó a amarlo tal como era.


Pero partamos del principio ¿cómo llegó Jack a la familia? Kristin un día decidió adoptar el perro de su vecino. Ella creía que Jack tenía depresión, ya que cada vez que lo saludaba sus orejas y ojos se veían caídas, y aunque movía su colita no parecía emocionado del todo  «¿y como no tener depresión?» pensaba ella «si está amarrado todo el día y el vecino no tiene tiempo para pasearlo y acariciarlo».


Además, ella se había dado la tarea de buscar en internet sobre la depresión en perros y Jack mostraba todos los síntomas: falta de apetito, apatía, llanto por las tardes, entre otras más que Kristin no podía ver.

 

 Ella tenía claro que  su dueño lo quería, pero por su trabajo no tenía tiempo para pasear o jugar con él. Esa fue una de las razones por las que Kristin convocó a una reunión familiar y habló con sus padres y Andrew.

—Papá, mamá, ¿por qué no adoptamos  a Jack el perro del vecino?  —preguntó y luego explicó sus razones para querer—. Creo que el perro tiene depresión, porque el dueño no tiene tiempo para cuidarlo y yo sí, él es un perro cariñoso y además necesita de nosotros.


Ellos la escuchaban mientras pensaban en la petición, los dos tenían sus dudas al respecto lo que se notó en los comentarios que hicieron al momento en que ella terminó de hablar. 


—Bueno ¿y usted lo va a cuidar siempre Kristin? o solo los primeros días lo hace y después le toca a mamá y papá alimentarlo, bañarlo, pasearlo y hasta dormir con él —alegó la mamá mientras veía al techo con los ojos en blanco y encogía sus hombros, pero la frase que siguió de estas palabras lo cambió todo, porque esa fue la que abrió la puerta para que Jack entrara para siempre a la casa y al corazón de todos— …bueno…,  bañado y peluqueado lo dejo entrar a ratos la casa. 


—¿Cómo…bañado y peluqueado…?  —preguntó el papá y con cara de desagrado al imaginar todos los muebles mordidos, el olor a orines y caca de perro en toda la casa— ¿y si desbarata todo o se mea y ca…ga adentro?


—Ay papi, él es un perro muy educado, ¡no lo va a HACER! —respondió Kristin utilizando la palabra “papi” para suavizar el corazón de su papá mientras expresaba una ligera risa en sus labios con el rostro sonriente. Luego volvió a ver a Andrew y le preguntó —¿usted qué opina Andrew?

  

 Él no dijo nada concluyente, ya que no tenía interés en tener un perro, pero no le molestaba que hubiera uno en la casa.


—Por mí…está bien.


Kristin al escucharlo frunció el ceño y repitió cada palabra con molestia —Por mí…está bien. —y añadió— eso no es de mucha ayuda Andrew.


—Bueno…su mamá y yo vamos a hablar con el vecino a ver qué nos dice. Porque él tiene que querer —dijo su papá al final de la reunión.


 Al siguiente día, la mamá llamó al vecino para comentarle la idea de Kristin, él con dudas y un poco de melancolía, pero pensando en el bienestar de Jack y que al final eran vecinos por lo que él no iba a dejar de verlo respondió que sí.      


Así fue como Jack, el Golden Retriever con pelo rubio natural, como lo llamaban Kristin y su madre por el color dorado de su pelo, el cual se alegraba al verlos pasar frente a la casa en la que vivía, pasó a ser parte de la familia. 


Los primeros días fueron difíciles para todos los miembros ya que ese perro cariñoso parecía haber sido librado de una jaula, cada vez que se sacaba a pasear corría los primeros 600 metros como un corredor de velocidad por la felicidad que le producía salir a la calle. Kristin, el papá o la mamá tenían que correr hasta que él parara de cansancio y por supuesto ellos también.


—¡Este… perro…! nunca va…a… dejar de correr… así… los primeros metros…, —decía su papá molesto y con la respiración entrecortada cada vez que los acompañaba. 


—Espero…que sí… —le decía la mamá con cara de duda. Kristin con la boca seca y sin aire para hablar solo movía la cabeza de un lado a otro. Sin embargo, al final el paseo resultaba ser relajante, ya que la vuelta que se podía hacer en media hora se alargaba a una hora debido a que Jack olía y orinaba cada poste y matorral que estuviera al alcance de su nariz, lo que les permitía respirar un poco.


Otra de las grandes luchas fue intentar conseguir una cama grande para que él durmiera cómodo, los primeros días tuvieron que recorrer tiendas y supermercados mientras él dormía en una pequeña alfombra. Y cuando por fin lo lograron y la llevaron a la casa, la mamá de Kristin tuvo que subirlo a la fuerza. Esto porque él se acercaba y con la cabeza levemente inclinada, las orejas levantadas y los ojos abiertos la observaba para luego extender su patita derecha y tocarla como si nunca en su vida hubiera visto una cama.


Jack estaba acostumbrado a dormir en el suelo por lo que una cama suave para él seguramente era como una nube en la que se iba a hundir y nunca más lograr salir,  lo que asustaba.  Lo más extraño es que su dueño anterior le había comprado camas y él por alguna razón desconocida las solía destruir, sin embargo, después de que la madre de Kristin lo subió a esa nunca más volvió a dormir en el suelo por la noche o en el día.


Y como olvidar la nueva dinámica de los días en que llovía con tormenta eléctrica ya que había que abrazarlo y besarlo porque parecía que se le iba a desarmar el cuerpo de tanto temblar por el ruido de los truenos, así también hubo que aprender a hablar en voz baja, ya que ningún miembro de la familia podía elevar la voz porque él pensaba que lo estaban regañando y sentía miedo y ansiedad.


La primera navidad y año nuevo al escuchar las explosiones de pólvora buscó esconderse sigilosamente en un esquina del cuarto de los padres de Kristin y como nadie se dio cuenta que estaba ahí, toda la familia pensó que se había escapado, por lo que lo buscaron por el barrio por más de una hora, si Andrew no entra a buscar una linterna no lo encuentran nunca


—Ahh, Jack está aquí, —gritaba, mientras corría para donde su papá.


—¿Donde Andrew, dónde está? —preguntó el papá con el ceño fruncido.


  —En una esquina del cuarto de ustedes, —al oír a Andrew todos se volvieron a ver, ya que aunque habían revisado la casa a nadie se le ocurrió buscar en el cuarto de los papás y aunque Andrew ese día se asustó al ver a Jack escondido en esa esquina nada se compara con la siguiente vez que lo encontró echado en el baño, parecía que a pesar de ser un perro grande que hacía ruido cuando se movía en momentos en que el temor lo invadía él caminaba tan silenciosamente que nadie lo escuchaba en la casa.


Ese día Andrew acababa de comerse un chocolate y las puntas de sus dedos se sentían un poco pegajosas, sensación que no era muy agradable a sus sentidos. «Mmm, que rico estuvo el chocolate, pero ¿por qué no puedo quitarme el dulce de los dedos?» pensaba mientras pasaba una servilleta de papel en sus manos. «Creo que no me la puedo quitar con la servilleta, voy a ir a lavarme las manos al baño» se dijo mientras se enderezaba del sillón y caminaba hacia el baño.


—...AAAHHH…, hay un monstruo en el baño —gritó al entrar al baño y ver unos ojos grande en la oscuridad.


Cuando su papá llegó y encendió la luz porque Andrew había corrido hacia la sala de televisión sin decir nada, se llevó la sorpresa de que los ojos que parecían espeluznantes en la oscuridad eran los ojos completamente abiertos de Jack por el miedo del ruido de la pólvora.   


—Kristin, Jack está aquí.


—¿Dónde? —preguntó Kristin.


—En el baño… un poco asustado por la pólvora.


Kristin lo sacó de ahí lo llevó al cuarto y lo acarició hasta que terminaran de reventar pólvora y se le pasara el susto.


Lo más curioso de esta historia es que Jack un perro acostumbrado a vivir afuera, que de un momento a otro pasó a vivir dentro de la casa, solo se dedicó a adoptar mañas de los nuevos dueños, así como ellos, él tenía sus espacios favoritos para echarse y en los que no podía ser molestado (en la entrada de la puerta del baño, detrás de la silla donde se sentaba Kristin a comer, en la esquina del cuarto de los padres y algunas veces lo encontraron echado en el cuarto de Andrew en el día) un de sus espacios favoritos si me lo preguntan a mí. 


Ya cuando él se acostumbró a vivir con ellos decidieron llevarlo al veterinario para que lo revisara, desparasitada y les dijera como se encontraba de salud. Lo que al principio no fue muy alentador ya que se dieron cuenta que Jack tenía tumores en todo su cuerpo, un cáncer que no lo iba a matar pero le sí le iba a ocasionaba molestias, razón por la que tuvo que ser operado tres veces, lo que unió a cada miembro de la familia a él, ya que había que curarle las heridas, pasearlo con cuidado y más importante darle cariño para que la convalecencia no fuera tan dura y él lograra salir adelante.


Luego de sentir tantos cuidados y amor después de la operaciones Jack se recuperó y “agarró confianza” como se dice popularmente en Costa Rica. Ya no se sentía solo como el perro de la familia,  él se creía el dueño y señor de la casa, empujando con su nariz a todos cuando quería salir, también cuando esperaba que le prestaran atención o por supuesto para que le dieran banano cuando ellos comían, la fruta favorita de todos. 


Ya para el verano, Jack se había recuperado de las operaciones y la familia quería salir de paseo.


—Vamos a la playa… —dijo el papá a la mamá un día por la tarde.


—¿Y con quién dejamos el perro? —le respondió ella antes de decir algo más. 


—No lo vamos a dejar, ahora todo es pet friendly. —le dijo el papá mientras buscaba en la aplicación lugares para hospedarse que fueran pet friendly.


«Vea, aquí hay uno, voy a preguntar si aceptan perros grandes especificando que es un Golden Retriever. “Buenas tardes, veo que el lugar dice que aceptan mascotas, pero no especifican si hay un tamaño en específico. La consulta es porque mi perro es un Golden Retriever” —escribió en el chat—. Esperemos a ver que responden.


Una hora más tarde le llegó la respuesta del administrador.


—Vea, vea lo que dice, se lo dije, vamos a poder llevarlo con nosotros “Claro señor, aceptamos Golden Retriever. Será un gusto recibirlo para las fechas que usted disponga” podemos llevarlo a la playa. Digámosle a los chiquillos que vamos para la playa con Jack.  


—Kristin, Andrew, vengan, vamos a ir a la playa.


Kristin al escucharlo lo primero que preguntó fue:


—¿Y con quien vamos a dejar a Jack?

Andrew por su parte solo preguntó:


—¿Y hay internet a donde vamos? No, porque no le preocupara el perro. A él una de las cosas que le produce más ansiedad es no saber si va a tener acceso a internet cuando sale lejos de casa. Lo que se debe a que en uno de sus juegos favoritos en línea él tiene que alimentar un pajarito todos los días. Pajarito que si no es alimentado se va lejos, para él pensar que podía perder otro pajarito era frustrante.


—Bueno, el lugar donde vamos a ir es pet friendly, y obvio Andrew, sí hay internet. —Respondió el papá luego de escucharlo.

  

  Una semana después iniciaron el viaje que esta vez fue diferente ya que Jack los acompañó, lo que implicó paradas para que él hiciera sus necesidades y buscar lugares específicos en los que él pudiera comer mientras ellos comían algo. Tal vez ese fue el viaje que más disfrutó la familia ya que todos los miembros estuvieron presente.


 Para Jack, la playa era un lugar nuevo, en el que sintió la arena entre sus patas al caminar de un lado al otro de la orilla o el agua salada el día en que la mamá de Kristin lo metió al mar para darse cuenta que no todos los perros nadan naturalmente y casi lo ahoga por accidente.


Ya que mientras él intentaba nadar poco a poco, ella lo metía mar adentro «los perros nadan naturalmente» pensaba. Bueno, una ola lo cubrió por completo y casi lo ahoga, pero eso no arruinó el viaje para él o el resto de la familia. Luego de esos días en la playa toda la familia regreso feliz y relajada.


Creo que hasta el momento parece que la familia fue el apoyo físico y emocional de Jack, sin embargo, la realidad fue otra, él resultó ser un pilar fundamental de la familia. Desde ese momento para la mamá las mañanas comenzaron a ser más acogedoras y a la vez caóticas, cuando Kristin y Andrew estaban en la escuela él la acompañaba en todas las actividades siempre se echaba en un lugar estratégico del que no se movía por casi ningún motivo.


—Jack, no puedo barrer ahí porque usted está echado, —le decía ella mientras intentaba barrer la sala de televisión. Él por supuesto se limitaba a bostezar y a ignorar las palabras, como si la cosa no fuera con él.


Por supuesto, al ver que Jack no se movía ella limpiaba a su alrededor para no molestarlo, Jack solamente se enderezaba para ladrar a los perros que pasaban por la calle y luego regresar todo feliz moviendo su cola para ser acariciado y felicitado “por proteger la casa de un perro que no tenía intenciones de atacar la casa” le decía la mamá mientras lo acariciaba, o claro está, también cuando veía una oportunidad de salir a pasear, lo que era cuando ella se sentaba un momento y él con toda tranquilidad se acercaba a ella y la empujaba con la nariz en alguna parte del cuerpo como una señal que decía “quiero salir” aviso que ella entendía muy claro.


Esos pequeños lapsos de tiempo permitían que ella se desconectara un momento de sus labores y respirara un poco de aire lo que parecía llenarla de paz y tranquilidad para continuar con sus día, y él ni dudarlo, ya que su felicidad, era salir a caminar.

 

Por las tardes, él era la compañía de Kristin en su cuarto mientras ella se sentaba a estudiar o a hacer tareas, para ella hasta el día de hoy es una incógnita como Jack se daba cuenta cuando su cabeza empezaba a colapsar por pensamientos o ideas preocupantes que le provocaban episodios de estrés por las tareas o exámenes, ya que solo lo sentía acercarse y pegar la nariz en el brazo con un doble sentido; pedir que lo sacara y tranquilizarla. Al salir a caminar ambos tomaban ese descanso tan necesario para relajarse luego continuar.


Mientras los días pasaban de manera normal ya casi empezando el invierno el papá de Kristin se enfermó de un resfriado muy fuerte que lo hizo permanecer en cama. 


—El doctor me mandó a estar en reposo y tomar líquido, —dijo el papá al llegar del hospital.


—Voy a recostarme en la cama. —Añadió al colocar los medicamentos en la mesa. Jack sin orden alguna y aparentemente sin pensarlo dos veces lo siguió al cuarto y en el momento que él se recostó se le acercó para ser acariciado como tratando de hacerlo sentir bien. Luego se dio la vuelta y se echó junto a él, desde ese momento  estuvo junto al papá todos los días de la recuperación para que no se sintiera solo, solamente se enderezaba para salir a dar la vuelta, hacer sus necesidades o comer, algo que fue muy reconfortante.


Andrew el más pequeño de la casa, que tal vez interactuaba mucho menos con Jack, en las noches que por alguna razón no se podía dormir lo llamaba para sentirse acompañado, Jack con la misma rutina caminaba hacia él para que lo acariciara y luego se volvía y se echaba a los pies hasta que él estuviera profundamente dormido.


Después se regresaba a dormir al cuarto con Kristin, se acercaba, pedía una caricia y luego daba tres vueltas alrededor de su cama y se echaba. Parecía extraño que ese perro que estaba acostumbrado a dormir en el suelo todas las noches utilizara su cama sin excepción.


Un día Andrew llegó feliz de la escuela mostrando la calificación que había obtenido en su examen de inglés, la mamá al revisarlo encontró una oración que la sorprendió “Jack is my dog”.


—Andrew ¿y de dónde sacó usted esta oración?  —Le preguntó la ella.


—Bueno mamá, yo revisé el examen y leí que tenía que hacer oraciones con varias palabras, —le contaba a su mamá mientras acariciaba a Jack que se había acercado moviendo la cola al ver a Andrew tan feliz—  …mmm… entre ellas “dog” y pensé “Mmm…¿qué escribo con estas palabras?...mmm…” y las volvía a leer y pensaba y pensaba. Luego me acordé de Jack y se me vino a la mente “Jack is my dog”. 


El perro al escuchar su nombre levantó sus orejas y con una expresión de duda, como si entendiera la oración, pero no estaba tan seguro de su significado.

 

En definitiva Jack pasó a ser el miembro que completó la familia y que llegó un día para apoyar y amar a la familia que lo acogió y le enseñó mañas también. Ya que él no podía ser molestado cuando dormía o se echaba enfrente de la puerta del baño y había que saltarlo para poder pasar.


También a las horas en que toda la familia se reunía a comer parecía estar esperando a que todos se sentaran para acercarse por el lado donde el papá estaba acomodado y quedarse de pie esperando que el papá se pusiera de pie y lo dejara pasar a la esquina donde él se echaba a acompañarlos.


—Papá, Jack ocupa pasar para acá, —le decía Kristin mientras Jack esperaba junto a él.


—Sí, ya lo ví..., pero… no sé… ¿Por qué no puede ir por el otro lado que hay más espacio? —respondía él un poco molesto.


—Él quiere pasar por ahí, dele espacio, —le replicaba la mamá.


—Está bien… —decía él mientras se enderezaba y observaba a Jack pasar con un paso lento hasta llegar a la esquina para sentarse haciendo su ruido característico ¡uaaa…! Ruído que cada miembro de la familia repetía al unísono al escuchar ...uaaa… para luego reír.


Podría seguir contando sobre Jack, ya que fueron 4 años que parecieron mil de tanto amor que dio a cada miembro de la familia y recibió a cambio, no se puede explicar en una sola anécdota como llegó a cambiar la rutina y vida del hogar, tanto así que hoy no sabemos como vivir sin su compañía a todas horas.  

  

En memoria de Jack el perro que llegó para quedarse en el corazón de toda la familia.



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