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Esta anécdota que se puede tornar graciosa comenzó una tarde nublada de septiembre en la que Andrew y Marie (mamá de Andrew y Kristin) salieron a comprar un regalo de cumpleaños para su papá a la ciudad. A las tres en punto los dos se apresuraron a salir de la casa para ir a tomar el autobús.
—¡Vamos!... ¡Apurémonos!...Se nos pasa el bus —le decía Marie con la respiración agitada de lo rápido que estaba caminando. Se puede decir que ella corría mientras Andrew intentaba seguirla unos pasos atrás, lo que se notaba en la forma característica que movía su cuerpo, sus brazos semiflexionados se balanceaban alternadamente de atrás hacia adelante más rápido de la habitual, sus piernas formaban un triángulo a cada paso al estirarse.
—Voy…Voy… —decía el niño entre paso y paso después de tomar aire por la nariz y boca.
***
Al llegar a la parada ambos inhalaron y se sentaron a esperar. El servicio de autobuses generalmente es rápido, sin embargo, es usual tener que esperar por la gran cantidad de automóviles que transitan por la calle principal. Ese día en especial, Marie al salir de la casa observó que el cielo estaba nublado, parecía que en cualquier momento iba a llover por lo que quería ir y regresar rápido de la ciudad.
Luego de esperar 10 minutos, Marie cronometró minuto a minuto sin querer por la cantidad de veces que miro su reloj. Ella empezó a sentir en el pecho una mezcla de inquietud y preocupación, esperar no es una de sus virtudes. Después de 15 minutos de ver el reloj y mover la punta de pie derecho de un lado a otro volvió a ver a Andrew. El afrontaba la espera de otra manera, la usual y conocida por su toda familia. El niño mecía su cuerpo de delante hacia atrás:
—Mmmm… Este bus está tardando una eternidad… —le dijo con voz ansiosa y una pequeña sonrisa como para romper el silencio y no pensar más en el tiempo que llevaban esperando.
Andrew escuchó la frase, la analizó. «Una eternidad, eso es todo el tiempo del mundo, —pensó mientras fruncía la frente— pero llevamos pocos minutos aquí».
—No… mamá. Llevamos pocos minutos esperando.
Ella oyó lo que le dijo el niño y pensó «¿Por qué Andrew me dijo eso?». En el momento que ella le iba a preguntar qué le había querido decir el autobús llegó.
Ya sentados en sus asientos, ella recordó lo que Andrew le había dicho antes y con curiosidad lo cuestionó.
—¿Por qué usted me dijo que llevábamos pocos minutos esperando?
—Porque usted dijo que el autobús estaba tardando una eternidad, y no es verdad —le respondió él con cara inexpresiva—, llevábamos pocos minutos.
Ella pensó un instante y no hizo mucha mente a la respuesta del niño.
—Tiene razón. Fueron unos pocos minutos, —le dijo sin dar más vueltas al asunto.
***
Más tarde, mientras ambos caminaban por los pasillos de la tienda buscando posibles regalos. Marie caminaba de un pasillo a otro sin decidirse, Andrew la seguía despacio observando cada detalle a su alrededor y agitando sus manos como si una mosca o zancudo invisible lo estuviera molestando.
—¡Vea! Esas camisetas tipo Polo de colores son las le gustan a su papá. —mientras las señalaba.
Andrew levantó la mirada a donde señalaba su mamá para verlas, luego emocionado le dijo:
—SÍ… —Se oyó la voz de Andrew por toda la tienda—¡vamos a verlas!
—Shhh —Salió de la boca de Marie mientras se llevaba el dedo índice de la mano derecha para que Andrew bajara la voz—. Recuerde, hay que hablar en voz baja —y le aclaró— hay más personas aquí.
Los dos caminaron hacia el estante, en donde estaban todas revueltas por tallas y colores: rojas, amarillas, azules, negras, blancas… La mamá las veía sin decidirse por cual comprar.
—¿Cuál piensa usted que le guste a su papá?, ¿Cuál quiere regalarle? —le preguntó a Andrew.
—No lo sé… —dijo al fijar la vista en el estante.
—Son demasiadas, —le dijo ella buscando entre las pilas—, parecen montañas de camisetas.
Al escuchar a su mamá, Andrew se detuvo y observó las pilas de camisetas mientras pensaba «son muchas, pero no las veo tan altas como una montaña» por lo que le dijo a su mamá:
—Altas como montañas, —entre risas intentó imaginarlas como montañas—. Ja ja ja.
—Sí… parecen montañas —también riendo—. Bueno, ¿Cuál le compramos?
—La amarilla, porque es mi color favorito. —Expresó Andrew muy emocionado.
Ella se quedó pensando, «su color favorito y qué pasa con el color favorito de José, mmm, está bien, igual le va a gustar». Luego escogió una de la talla, la tomó y la examinó para asegurarse que no estuviera dañada. Al buscar el precio no lo encontró sobre el estante por lo que revisó en la etiqueta. Entonces se dio cuenta el porqué no estaba a la vista «¡Qué cara que está!» pensó sorprendida. No dijo nada al niño solo empezó a caminar por uno de los pasillos mientras le decía:
—Veamos más cosas.
Mientras caminaban, Andrew vio un par de zapatos parecidos a los que su papá usa en el trabajo, en ese momento recordó haberlo escuchado decir la noche anterior que necesitaba un par de zapatos nuevos para trabajar.
—¡Encontré los zapatos que papá necesita, véalos ahí!, —le dijo a su mamá emocionado.
—¿Dónde?
—¡Ahí, ahí!, —respondió él. — ¡Vamos a verlos!
Marie los observó por un momento:
—Sí, sí son.
Los examinó al igual que la camiseta. Luego de decidir buscó el precio al ver lo caros que estaban volvió a ver a Andrew:
—¡Los precios de esta tienda están por las nubes!
Al escucharla Andrew levantó la cabeza y vio todos los precios que estaban al alcance de sus ojos, los que no estaban en nubes «¿Será que están en las nubes que están en el cielo?, no veo nubes aquí». También intentó imaginar cada uno en una nube en el cielo. Él pensó que lo que su madre había dicho era verdad, aunque los podía ver ahí.
***
Después de comprar los zapatos y la camiseta ellos salieron de la tienda. Mientras Andrew caminaba en la acera veía las nubes para encontrar los precios. Sin embargo, no los podía ver. La mamá al verlo intuyó que el niño estaba viendo las nubes cargadas de agua por lo que le dijo de manera chistosa:
—Parece que van a llover perros y gatos, ¿Verdad?
—Perros y gatos, — dijo él con las cejas y frente fruncidas.
—Sí… perros y gatos…
—¿Por qué?, —preguntó él—. ¿No son los precios los que están en las nubes?, ¿también hay perros y gatos?
—¿Qué precios?, —le preguntó ella con curiosidad.
—Los de la tienda, mamá.
Ella se quedó pensando un momento.
—Andrew, ¿por qué piensa usted que los precios de la tienda están en las nubes?
Andrew con la frente más fruncida que antes le dijo:
—En la tienda…mamá… usted dijo. Los precios de esta tienda están por las nubes, —repitiendo casi textualmente las palabras de su madre—. Entonces. Eso significa que los precios de la tienda están en las nubes, en el cielo.
Al terminar de hablar y antes que su mamá pudiera explicarle algo él dirigió la mirada al cielo y expresó con duda:
—Y ahora que los busco, usted dice que hay perros y gatos. Entonces. ¿Están los precios de la tienda con los perros y los gatos en las nubes? —Marie se quedó analizando lo que Andrew acababa de explicarle.
Luego de unos minutos ella recordó que una de las características de las personas dentro del espectro autista es el pensamiento literal. Entonces entendió que cada vez que ella usaba una frase figurativa, Andrew la entendía de manera literal.
Por eso cuando ella dijo que el bus estaba tardando una eternidad. Él le dijo de forma inocente, que no, que llevaban pocos minutos, o cuando ella dijo que los precios de la tienda estaban en las nubes, no era raro que Andrew pensara que ella decía la verdad. Él todavía es un niño al que no se le han explicado muchas cosas sobre la forma en que las personas se expresan.
No pudo evitar reírse al pensar que cuando él la escuchó decir “parece que van a llover perros y gatos” él imaginara a los perros y gatos cayendo en forma de lluvia, aunque nunca en la vida hubiera visto más que agua caer del cielo o nieve en las películas.
Entonces, la mamá le explicó a Andrew que la mayoría de las personas usan expresiones o frases figurativas de forma habitual. Por ejemplo, cuando parece que va a llover mucho y muy fuerte, es normal escuchar la expresión “van a llover perros y gatos”, o que si algo tardó tiempo en suceder, por ejemplo, el autobús que ellos esperaban, las personas dicen la expresión “está tardando una eternidad” u otras muy parecidas. Por lo que no es extraño que él escuche a las personas decir alguna frase muy confusa o hasta chistosa.
Luego, ella se rió al imaginar perros y gatos cayendo del cielo como lluvia, así como los precios en las nubes de forma que se sintió tan confundida como Andrew.
Actualmente una forma en que la mamá apoya a Andrew para que comprenda las distintas frases figurativas es explicarle el significado cada vez que usa alguna. También, le explicó, que si él escuchaba alguna en otro lugar se la dijera, así ella podría aclararle el significado.
El uso del lenguaje figurativo o doble sentido es normal y no se va a dejar de utilizar en los diferentes contextos que se desenvuelven las personas dentro del espectro autista. Por esa razón, los padres, madres y profesionales que los rodean deben darse a la tarea de explicarle desde edades tempranas que esto es de uso común y que pedir que se les explique el significado está bien, con esto se les brinda una herramienta para la convivencia familiar y social.


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