—¡QUE FELICIDAD KRISTIN!... Pero…¿No te da miedo ir en avión?, porque a mí sí, —le preguntó Zoe a Kristin mientras pasaba su cara de felicidad a preocupación y sin dejarla responder prosiguió — , una vez escuché a papá decir de un avión que se cayó en una ciudad al despegar y otro avión que se perdió en el mar, Kristin ¿el avión va a ir sobre el mar? y ¿dónde queda el aeropuerto?
—¡Un avión se cayó en una ciudad y otro en el mar! —dijo Kristin con los ojos tan abiertos como canicas y la cara pálida. Los aviones se pueden caer, no sabía eso pensó luego de charlar con Zoe, lo peor era que ahora tenía otra incógnita/preocupación: ¿Vamos a volar sobre el mar?
Carlos el mejor amigo de Andrew aunque parecía estar más feliz que el propio niño, no pudo evitar recordar la película que vio con sus padres. Película en la que un avión se estrellaba en una montaña y lo que más impactó al niño fue que se basa en una historia de la vida real.
—¿EN SERIO, ese accidente sucedió en la vida real? —le replicó Andrew a su amigo con intriga. Andrew nunca había escuchado sobre esa película. Tal vez esto se debía a que generalmente, cuando Kristin y él ven algún programa con sus padres ellos dos son los que escogen la película o programa y siempre son infantiles.
—Sí… —le respondió él—, es muy famosa, papá me explicó que fue en los, en los... Andes en Sur…Sur…Sur América, sí, en Sur América y que pasó hace muchooo tiempo…. Pero, dime, dime ¿estás emocionado de conocer a Mickey Mouse?
—Bueno…, sí…estoy feliz —, respondió Andrew con una mezcla de felicidad y preocupación en su voz. Lo que se debía a que ahora en su mente ningún pensamiento estaba enfocado en que iba a conocer al dichoso ratón. Más que felicidad en su cabeza había preocupaciones, como el no saber si él iba a ir sentado junto a sus padres en el avión, y ahora, se sumaba que él no había estudiado todo el mapamundi en Geografía, por lo que no sabía si había montañas en el viaje a Estados Unidos en las que pudiera estrellarse el avión como el de la película que vio Carlos.
Ese día en la mente de los niños giraban mil pensamientos por minuto y todos centrados en las cosas terribles que podrían pasarles en el viaje, esto se reflejaba en la cara de preocupación que mostraban los dos al llegar a casa. Sin embargo, ninguno de los dos le dijo nada a su madre cuando ella les preguntó. En su mente solo estaba la cara de felicidad que ambos padres tenían cuando les dieron la noticia y lo que menos querían los dos era arruinar la sorpresa:
—¿Por qué se ven preocupados?
—No, no estoy preocupado —respondió Andrew quitando la mirada de la cara de su madre y fijándola en Kristin que caminaba por el pasadizo, intentando mentir con sus palabras y cara a la vez, ya que le costaba mucho no decir la verdad.
—¿Yo?, ¿preocupada?, no, es que tengo mucha tarea —replicó Kristin mientras caminaba a su cuarto casi como zombi para que no se le notara la preocupación.
Tal vez, si ese día le hubieran dicho a sus padres, que aunque ellos estaban felices por el viaje, también sentían temor por lo desconocido, ya que era una nueva experiencia para todos. Los pensamientos intrusivos y preocupantes no hubieran invadido sus mentes el resto de la semana. ¿Qué tan fuerte puede ser una turbulencia?...y si el avión se cae en el mar, ¿flota o se hunde?, …mmm… ¿y cómo sale la gente?…si pasa esto… y en el agua ¿cómo se hace?…yo sé nadar, pero Andrew y papá no…y ¿dónde queda el aeropuerto?...¿Será cerca de la ciudad? yo creo que el aeropuerto está en el medio de la ciudad…creo… ustedes solo imaginen esos pensamientos yendo y viniendo en algunos momentos a la cabeza de Kristin todo el resto de la semana. Prácticamente su mente rumiaba en los tiempos libres sin que ella pudiera detenerlos.
Por supuesto, Andrew tenía sus propios pensamientos preocupantes …¿hay montañas de camino a los Estados Unidos?…¿nos sentaremos junto a papá y mamá?…y si ocupo ir al baño y no estoy cerca ¿cómo les digo?, ¿podré caminar en el avión solo?…porque no sé si mamá y papá van a estar sentados junto a mí… Por suerte ambos niños no habían discutido entre ellos sus temores, de haberlo hecho la mente de cada niño hubiera sido invadida por más pensamientos preocupantes.
Al amanecer del sábado ambos niños tuvieron otra pesadilla. Esta vez Andrew se veía sentado completamente solo en el avión. Por lo que lo despertó exaltado, sudando frío y con el corazón a punto de salir de su pecho en medio de la noche. Kristin esta vez sintió la turbulencia más fuerte aún, por lo que no necesitó salir disparada del asiento para despertarse. Los dos se sintieron tan asustados que no pudieron dormirse otra vez.
Esa mañana a pesar de estar comiendo panqueques en el desayuno las caras de ambos niños reflejaban cansancio y un semblante diferente, no se veían ni tristes, ni alegres, estaban pensativos, no parecía una típica mañana con panqueques bañados con miel de maple.
—¿Por qué ambos tienen esa cara tan larga?, ¿no durmieron bien? —les preguntó la mamá al verlos apáticos, ese no era el semblante usual del fin de semana—. José, ¿usted no los ve raros?
—¡Sííí!, —el papá—. Les iba a preguntar lo mismo…¿Por qué esa cara tan larga?...¿En qué piensan?
—Bueno… mamá…papá, yo…NO…QUIERO ir a Estados…Unidos en avión, me da miedo… ¡Quiero ir en carro! —se quejó Andrew con voz ansiosa, entrecortada y a punto de llorar, enfatizando el “no quiero”—. El avión se puede estrellar en una montaña, como el de la película que vio Carlos.
—¿Qué?, ¿Ir en carro?—alcanzó a decir el papá antes de que Kristin también soltará sus quejas.
—Yo tampoco… Zoe me contó… que un avión…se cayó en una ciudad …y… otro en el mar —exclamó Kristin mostrando la voz más ansiosa que su hermano y con lágrimas en los ojos.
—¿Qué? —replicó la mamá mostrando cierto desconcierto en la cara.
—¿Qué? —preguntó el papá de nuevo con curiosidad al no entender bien de qué hablaban los niños—. Pueden explicarme un poco mejor ¿de qué estamos hablando?
—Sí, por favor —lo secundó la mamá— ,tampoco entiendo nada.
—Sí…sí… —replicó Kristin de manera impulsiva sin expresarse muy claro y dejando salir palabras por su boca sin analizar los que decia—, las turbulencias que vimos en la película pueden ser las culpables.
—¿Qué turbulencia, Kristin? —preguntó el papá en voz alta pero sin gritar todavía más intrigado que antes— …
—TURBULENCIAS, ¿Qué son turbulencias? —preguntó Andrew en voz alta y respirando agitadamente, antes que el papá pudiera seguir hablando.
El papá y la mamá se volvían a ver a la vez e intentaban respirar profundamente para no perder el control de la situación mientras trataban de entender qué era lo que estaba pasando.
—Bueno, respiremos todos profundamente, —dijo la mamá con voz pausada y sin elevarla para que ninguno de todos perdiera el control. Los cuatro tomaron aire por la nariz mientras la mamá elevaba su mano derecha y decía inhalemos y lo botaban mientras ella bajaba la mano y decía exhalemos.
—Ahora, que ya estamos un más tranquilos, pueden decirnos ¿qué sucede?, su papá y yo no entendemos nada.
El papá seguía las indicaciones de la mamá mientras miraba fijamente la mano subir y bajar, ya que no quería perder el control y regañarlos. Él sabía que esto solo iba a alterar e indisponer a los niños aún más sobre viajar en avión. Luego de respirar él papá y escuchar las palabras de la mamá solo dijo:
—Terminemos el desayuno y luego hablamos, para que nos tranquilicemos, mejor...
Después de desayunar todos se sentaron en la sala y tanto el papá como la mamá escucharon atentamente los miles de pensamientos. Sin dejar de lado, lo que sus amigos les contaron sin mala intención y los sueños/pesadillas que tuvieron.
Los dos padres no pudieron evitar reírse, cuando Andrew explicaba gráficamente extendiendo sus manos y corriendo de la sala al pasillo para mostrar que tanto se había alejado su hermana de él en el sueño. O al ver a Kristin sentada en el sillón pequeño saltando y sujetándose de los sujeta manos para al final tirarse al suelo para enseñarles como salía volando en su sueño.
—No es gracioso —dijo Kristin al verlos reírse, poniendo los ojos en blanco fijando la mirada en el cielo raso—. ¿Por qué se ríen?
—Sí, no es gracioso, —repitió Andrew al cruzar los brazos mostrando su molestia.
—Perdón, no es por el sueño, se ven graciosos los dos mostrando lo que les sucedía, —les dijo su madre entre risas.
—Sí, se ven graciosos haciendo la mímica, nosotros nunca nos vamos a burlar de sus miedos o ustedes, —expresó el papá mientras intentaba dejar de reírse.
Los niños se volvieron a ver al escuchar las palabras de sus padres lo que les ayudó a relajarse un poco. Después sus padres les mostraron como cada uno hizo la mímica y se rieron, ya que sí se veían graciosos.
Por supuesto, luego de ese momento tan chistoso que relajó a la familia, los dos padres les explicaron que los accidentes de avión ocurrían, pero no eran frecuentes, que las turbulencias no eran tan fuertes como en la película que vio Kristin y claro que todos iban a viajar sentados juntos, Andrew junto a la mamá y Kristin junto al papá, por lo que no había riesgo de que les sucediera algo en el avión.
También les recordaron que es normal sentir miedo ante nuevas situaciones y que por eso era importante hablar sobre los miedos con las personas de confianza que podían ser ellos o una de las maestras de la escuela.
Les recalcaron que hablar sobre los miedos que sentimos es necesario para no crear películas de terror en la mente sobre las situaciones nuevas y que esto ayuda a no imaginar escenarios catastróficos que posiblemente no llegaban a suceder. También, que hoy en día es fácil investigar sobre los aviones para entender cómo funcionan o sobre las turbulencias, todos los miembros podían ver videos, así no iban a tener preocupaciones por falta de conocimiento.
Además, les hablaron de sus propios miedos con respecto al viaje, para ellos dos también era una experiencia nueva. Por lo que aunque eran adultos sentían miedo y ansiedad. Luego de esa mañana de sábado fueron pasando los días, todos los miembros de la familia investigaron sobre los viajes en avión y la ansiedad se convirtió en emoción de nuevo. Hasta que el día del viaje por fin llegó, y para sorpresa de todos la experiencia de viajar fue impresionante. Toda la familia sintió las turbulencias, las que no fueron como en el sueño/pesadilla de Kristin.
De regreso y apenas aterrizó el avión en el aeropuerto de Costa Rica los dos niños se notaban felices tanto así que:
—¿Cuándo volvemos a visitar a Mickey Mouse? —expresó Andrew emocionado sentado aún en su asiento junto a su madre —. ¡Quiero ir el otro mes!
—Sí… —lo secundó Kristin desde el asiento trasero junto a su padre—. ¡Yo también!
Los padres en ese momento hicieron contacto visual entre el espacio de los asientos, ambos con los ojos totalmente abiertos y las cejas enarcadas, y sin cruzar una palabra pensaron lo mismo «hemos creado un monstruo», ya que ellos no habían pensado en otro viaje por el momento, menos el otro mes...
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